viernes, 27 de agosto de 2010

novela bizantina

Novela bizantina

Características


La expresión designa un tipo de relato surgido en la literatura griega y cuya estructura y argumento responden a un esquema común: dos jóvenes amantes, que desean casarse, encuentran graves obstáculos que se lo impiden: forzada separación, viajes peligrosos, naufragios, cautiverio, etc. hasta que, finalmente, consiguen la realización de sus anhelos al encontrarse y comprobar, con satisfacción, que su amor ha permanecido fiel y se ha fortalecido en medio de tantas pruebas y contratiempos arriesgados.



Se trata, pues, de un género de estirpe clásica. Los valores descubiertos en cuanto a la técnica narrativa: verosimilitud de la acción y descripción de espacios, verdad psicológica de los personajes, ingenio de la composición, comienzo in medias res (como en la poesía heroica), etc. y, sobre todo, en el contenido: visión moralizadora de la vida, exaltación del amor casto y de los afectos puros promotores de felicidad, castigo del amor ilícito, abundancia de máximas y sentencias, etc., convierten a estas obras en el modelo ideal de lectura humanista frente a la invasión de la literatura caballeresca.



 Orígenes

Los orígenes de la novela bizantina se remontan a la Grecia helenística de principios del siglo III d. C., en que el escritor griego Heliodoro de Émesa compuso la obra clásica del género, las Etiópicas o Teágenes y Cariclea. Este y otros autores de su tiempo como Aquiles Tacio y su Leucipa y Clitofonte fueron traducidos en Europa durante el Renacimiento y sirvieron de modelo para que se recrease el género en los siglos XVI y XVII, en que este género, a causa de su origen griego, fue considerado una especie de épica en prosa por los preceptistas.



 Obras representativas

El primer español en crear una novela bizantina fue Alonso Núñez de Reinoso con su Historia de los amores de Clareo y Florisea, y los trabajos de la sin ventura Isea (1552), bastante influida por la novela de Aquiles Tacio, que pretende imitar.



Siguió luego la Selva de aventuras, de Jerónimo de Contreras (1565) y El peregrino en su patria (1604), de Lope de Vega, que se singulariza por nacionalizar el género haciendo que casi todos los viajes y aventuras transcurran dentro de la misma España e incluir poemas y autos sacramentales.



También Miguel de Cervantes sintió el encanto del género y lo cultivó en dos de sus Novelas ejemplares, La española inglesa y El amante liberal, e incluso la última novela que llegó a componer, Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), pertenece a este género.

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